lunes, 30 de mayo de 2011

Monotonia unidireccional hastiosa

Depende.
Discrepando con mis más estupidas palabras pienso y siento que me aburro cada vez más. Eno no quita que no tenga problemas yo ni el mundo, el problema es el vínculo que me une a mi al mundo y al mundo a mi.


En las tardes de invierno hay un frio que cala hasta los huesos aondando en sus tejido.
Respira y lleva una mano a cada antebrazo contrario.
Su resistencia ya no es la de antes, el recuerdo no lo hace poder responder a las dudas si es que el invierno llega cada vez más frio o tan solo se está haciendo más viejo. Derrama una gota de vino y ve que una silueta rápidamente se acerca con una voz que hace estrépitos en sus oidos. Siempre había amado la soledad y en un impulso de locura e ilusión de amo había contraido matrimonio. La dejaría tan solo si la flojera no fuese algo tan enviciante. No hacía absolutamente nada ahi más que mirarse las manos, de vez en cuando leer uno que otro libro obsoleto, y soñar. Soñar era su pasión, tan solo al cerrar los ojos llegaba  a mundos inimaginables donde inventaba historias nunca antes vistas, su ultimo viaje a su subconciente habia sido espectacular y aunque algunas veces su trabajo le consumía mucho tiempo se dejaba siempre el tiempo para adentrarse en su mundo, su verdadero mundo. La esposa que era poco comprensiva y se había casado con el por el dinero, lo miraba desde la cocina y con extrañeza confirmaba que se había casado con uno de los tipos que fácilmente podria ser considerado uno de los tipos más raros del mundo. ël ya no la miraba, nunca lo hizo. Entre ellos no existía nada más que un concenso de hacer lo que desees siempre que cumplas con tu trabajo. Ella eligió los deberes de la casa, ya que al ser criada por una sociedad machista para eso la criaron olvidándose de que era un ser humano y que podía elegir entre más opciones que ser una esclava entre 4 paredes, pero eso era lo que a ella le gustaba. El tipo sólo debía traer dinero a la casa y luego podía soñar todo el día hasta que ensuciase la casa y le llegaba un regaño. Nunca entendió... Nunca la entendió, su mujer llevaba a otros hombres a su casa mientras él soñaba, salía y hacia con el dinero lo que a ella le diese la gana y por una gota fanfarroneaba, aunque igual la importancia con que el la trataba y escuchaba era nula.
Era obvio, sabían que algún día uno de los dos abandonaría la casa y esperaban con ansias aquel momento, aunque no se hablaban y no sentian nada aparente el uno por el otro, los deseos de escupirse palabras que hiriesen la otro en ese momento era tentador, lo planeaban desde hace tiempo, pero aún no llegaba el momento.
Desde afuera su relación se veía como algo dulce y siempre que veían a Carlo le preguntaban por su esposa. El hastiado respondía siempre lo mismo, era como un discurso obligado junto al cual debía sonreir. La gente era estúpida, demasiado estúpida como para no darse cuenta, pero nunca se dan cuenta, nadie se da cuenta, nadie se lleva a esa cosa que interfiere con el que Carlos pase todo el dia en su sofá soñando, no importando si muere eso es lo que el quiere, no la quiere a ella, tan solo quiere a sus sueños, es como un metaegoísmo subconciente del cual no puede escapar... Es el querer verla sin respirar con más ahínco cada segundo, ver brotar sangre de su boca y sus oidos, y sentir la dulce melodía de ser un ganador, insultarla en el piso y poner su zapato sobre su cara... Pero ese día no llegaba y no llegaría, porque ella ya se fue , ya se había ido y como era de esperar nunca estuvo ahi.

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